CARLOS LLERAS RESTREPO, LA INTEGRACIÓN ANDINA[1]

JORGE VALENCIA JARAMILLO[2]
presidente de Conalpe
Diciembre 2024, Edición 374.
Tal vez la integración no se ha dado como la concibió Carlos Lleras Restrepo, pero su visión política, económica y cultural se mantiene incólume con el paso de los años. Y crece y crecerá para siempre en el horizonte de Colombia. Nunca estará en el olvido, nunca.
EL IDEAL DE INTEGRAR toda la América Latina nace casi con el propio grito de independencia de la Nueva Granada. Nada obsesionaba más al Libertador.
Escribía él, en 1814, “para nosotros la Patria es América”. Y en 1818:
Una sola debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad (…) Cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes, y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos, con el más vivo interés en entablar, por nuestra parte, el pacto americano que, formado de todas nuestras repúblicas será un Cuerpo Político, que presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en naciones antiguas.
Después, en la Carta de Jamaica, Bolívar insistiría -lo hizo cientos de veces- en el ideal de la integración latinoamericana: “yo deseo más que otro alguno ver formularse en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”.
Su pasión y deseos eran inmensos, no obstante, la dura realidad de las diferencias, los egoísmos y las vanidades que se darían por años y años a lo largo de toda América que impedirían y que aún impiden una verdadera integración latinoamericana. Lo intuía, sin embargo, cuando dijo que existían “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes que dividen la América”.
Su ideal era, claro está, una unión sin los Estados Unidos, pues para él la nación del norte era más un verdugo que un amigo, un imperio que impediría esa apetecida integración. La integración latinoamericana se fundamentaba, por lo tanto, en razones históricas, culturales, sociales, étnicas y políticas; en cambio, para la potencia anglosajona, estaba amparada en razones de conveniencia política, económica y estratégica.
Triste murió Bolívar, no obstante, al ver que sus ideales habían fracasado estruendosamente. Tuvieron que pasar un poco más de ciento veinte años de su muerte para que América Latina se despertara y tuviera vida un movimiento tendiente a esa tan anhelada integración. En una reunión de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en Ciudad de México, en el año de 1951, se sientan los fundamentos de una posible integración con dos objetivos: 1. crear unas instituciones que garanticen la continuidad del proceso; y 2. la liberación progresiva del intercambio comercial entre los países.
Fruto de esa decisión nace, en 1958, el Tratado Multilateral de Libre Comercio e Integración Económica Centroamericana. Fue, sin duda, un ejemplo que despertó la admiración del resto de países latinoamericanos.
Por eso, muy pronto, en el año de 1960, se suscribe el Tratado de Montevideo por medio del cual se crea la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc). Empieza entonces lo que ilusoriamente considerábamos el gran salto de la integración, el ideal con el que soñaban Bolívar y tantos otros próceres latinoamericanos, entre ellos y deseo resaltarlo de manera especial el propio Carlos Lleras Restrepo, uno de los mejo-res y más importantes estadistas que ha tenido Colombia en toda su historia.

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Carlos Lleras Restrepo (1908–1994), presidente de Colombia entre 1966 y 1970, fue un destacado liberal que impulsó profundas transformaciones sociales y económicas en Colombia.
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También quisiera, tímidamente, anotar que otros colombianos como yo, no próceres, por cierto, también la soñábamos y la seguimos soñando, así ese sueño esté todavía lejos de la realidad.
En ese mismo año de 1960 nace el Banco Interamericano de Desarrollo, organismo diseñado como instrumento financiero para intentar dar un impulso fundamental al progreso de América Latina. Como la idea de la integración latinoamericana no se apartaba ni por un instante de la mente de Carlos Lleras Restrepo, después de ser elegido presidente y antes de posesionarse, en 1966, resolvió viajar a Ecuador, Chile, Perú y Venezuela con el propósito de estudiar más de cerca esa realidad y de pulsar el avance de la Alalc hasta ese momento. En estos países ratificó lo que ya había dicho en innumerables intervenciones: que la integración de América Latina era una de sus prioridades de política exterior. Consecuente con tales reflexiones, decidió replantear en esas visitas la posibilidad de la creación de integraciones subregionales como algo transitorio a la integración regional, pues era claro, luego de seis años de vida del Tratado de Montevideo, el poco porvenir que en el tendrían los países de menor desarrollo económico relativo y de mercado insuficiente. Ya como mandatario en ejercicio estimó conveniente invitar a los presidentes, que antes había visitado, a una reunión en Bogotá que se realizó del 14 al 16 de agosto de 1966. Esa reunión dio como fruto la Declaración de Bogotá, sin duda uno de los pasos más trascendentes en las relaciones económicas de América Latina.
La Declaración, teniendo en cuenta los múltiples aspectos en ella recogidos, destacaba por ejemplo lo siguiente:
(…) es claro que entre los países latinoamericanos existen diferentes grados de desarrollo, y este hecho ha sido ya reconocido repetidamente, tanto en el Tratado de Montevideo como en resoluciones posteriores de la Alalc.
Para acelerar al máximo el progreso de los países de menor desarrollo económico relativo y de mercado insuficiente, recomendamos: la realización de acuerdos de complementación y concesiones especiales temporales de intercambio comercial en que participen exclusivamente países de menor desarrollo económico relativo y de mercado insuficiente, que les aseguren la ampliación de sus mercados.
Franco reconocimiento se hace de que los procesos de desgravación que contempla el Tratado de Montevideo no son suficientes para acelerar una verdadera integración latinoamericana dentro de un plazo razonable e influir vigorosamente sobre el desarrollo económico continental y de que resulta necesario perfeccionarlos y llegar a una unión aduanera, dentro del menor término posible.
Se observa entonces el descontento con el avance del Tratado de Montevideo al no reconocer éste los diferentes grados de desarrollo existentes entre los países de la Alalc. A propósito del tema, recordaba el presidente Lleras Res-trepo que desde 1959, en Ciudad de México, en reunión de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ya se recomendaba clasificar los países latinoamericanos en tres grupos diferentes, pero que las naciones más grandes -Argentina, Brasil y México- no veían tal iniciativa con buenos ojos. Ante la necesidad de progresar en este campo, la Declaración de Bogotá anota: “se considera indispensable y urgente una acción colectiva y eficaz a favor de los países de menor desarrollo económico”.
Y por todo esto viene bien, entonces, mencionar lo que escribió el presidente Lleras Restrepo en su mensaje al Congreso de Colombia en 1967:
La América Latina comenzó su marcha hacia la integración, como es bien sabido, en 1960, con el Tratado de Montevideo, celebrado por Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay, al cual han adherido posteriormente Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela.
En el seno de éste se llegó pronto al convencimiento de que la formación de un área de libre comercio, allí prevista para ser constituida en un período no superior a 12 años, no respondía, ni por los procedimientos escogidos para lograr la desgravación del intercambio, ni por el carácter limitado de la organización, a las necesidades del desarrollo latinoamericano.
La participación del mandatario en esta reunión fue definitiva y las anteriores transcripciones y muchos otros apartes de esta declaración, que por razones de espacio no incluyo, sirven para poner de manifiesto su interés y deseo, permanentes, indeclinables digamos, de alcanzar una auténtica integración para América Latina.
En la misma Declaración de Bogotá se aprobaron unas bases de acción inmediata que, entre otros aspectos, con-signaban los siguientes:
*La creación de una Comisión Mixta integrada por representantes gubernamentales que deberá velar por el cumplimiento de los acuerdos indicados anteriormente.
*La creación de una Corporación Andina de Fomento que creamos y que suscribimos exactamente aquí.
Finalmente, decía el presidente Lleras Restrepo,
(…) reiteramos nuevamente nuestra voluntad de hacer efectivo este programa dentro de los propósitos de una integración completa con los países de la Alalc y de Latinoamérica. En consecuencia, ninguna de las medidas propiciadas en este acuerdo tiene otro alcance que materializar dentro del ámbito de responsabilidad de los cinco países reunidos en Bogotá, acciones que faciliten la integración latinoamericana y que puedan extenderse en cualquier momento a nuestros países hermanos.
Como puede deducirse claramente de los textos transcritos, los cinco firmantes tenían la inquebrantable decisión de buscar una relación estrecha y funcional entre ellos pues era evidente que la marcha de Alalc no había sido suficiente y, por el contrario, mostraba una gran lentitud y en general un avance siempre favorable a los países de mayor desarrollo, es decir, México, Brasil y Argentina. Los trabajos de la Comisión Mixta, antes mencionada, se iniciaron prácticamente de inmediato pues los países que la integra-ban debían demostrar que los compromisos adquiridos no iban a quedarse en el papel y que la acción sería dinámica y fructífera.
Quisiera recordar aquí cómo conocí a Carlos Lleras Restrepo. Digamos que fue más bien por accidente. Yo, un economista de provincia, había sido trasladado a Bogotá, aunque sin mucho convencimiento, pues poco me gustaba el frío. Mi jefe, también economista, era miembro muy activo de la Sociedad Económica de Amigos del País -presidida por Carlos Lleras Restrepo- y quería que yo me vinculara a la misma. Sin embargo, aparte de mi trabajo, mi cabeza andaba, por esas calendas, perdida en otros mundos: los de la literatura y la poesía.
Aun con este antecedente, mi jefe insistió y así fui yo a dar a la ya citada Sociedad Económica. Y allí, claro está, conocí a Carlos Lleras Restrepo. Quedé impresionado por sus conocimientos de economía y lentamente me fui acercando a él. Terminé, por supuesto, admirándolo, como sigo haciéndolo aún hoy después de todos estos años de no estar ya con nosotros. Pero, además, aparte de la economía, mi profesión, descubrí otra coincidencia que jugó un papel muy importante en esa relación: su gran inclinación por la literatura y por la poesía. Y en él esa pasión era más grande, si cabe, que en mí, lo que para ese joven que era yo en aquel entonces resultaba increíble.
Fue por esa época que supe que aspiraba a ser presidente de Colombia. Y vean ustedes: a él, al expresidente Alberto Lleras Camargo y a Hernando Agudelo Villa, se les ocurrió que yo podía ayudar en esa campaña, algo totalmente sorpresivo para mí. Hay que decir que, en ese entonces, yo no deseaba para nada ocuparme de asuntos políticos ya que nunca habían sido de mi preferencia y, en mis estudios, prácticamente nunca había estado cerca de ellos; y esto puede sonar absolutamente extraño para un estudiante como yo de la Universidad de Antioquia, agitada de arriba a abajo por el marxismo-leninismo. Fue así entonces como, de manera bastante indirecta y sin imaginármelo, entré a la vida pública.
Regresando a la Declaración de Bogotá, hay que anotar que en ella se había previsto la creación de una Comisión Mixta como señalé antes, integrada por representantes gubernamentales, que debía proponer las medidas necesarias para el cumplimiento de los acuerdos de dicha declaración.
Tal comisión se instaló en Viña del Mar, en junio de 1967, y allí me acompañó Joaquín Vallejo Arbeláez; él como ministro de Hacienda de Colombia y yo como Superintendente de Comercio Exterior, cargo en el que había sido nombrado por el presidente Carlos Lleras Restrepo al comienzo de su administración.
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Ninguna de las medidas propiciadas en este acuerdo tiene otro alcance que materializar dentro del ámbito de responsabilidad de los cinco países reunidos en Bogotá, acciones que faciliten la integración latinoamericana y que puedan extenderse en cualquier momento a nuestros países hermanos.
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Carlos Lleras Restrepo fue y seguirá siendo uno de los colombianos más ilustres y sobresalientes de todos los tiempos. Un humanista verdaderamente integral. Alguien que luchó para abarcar todos los campos del conocimiento, en un esfuerzo ininterrumpido durante toda su vida.
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Después fui designado como su representante titular en dicha Comisión, y luego los demás países me eligieron, por unanimidad, presidente de la misma. En tal condición estuve -cosa bien sorprendente- hasta la firma del Acuerdo de Cartagena en mayo de 1969. No sobra recordar que fue-ron tres años de intensas, prolongadas y difíciles negociaciones con los seis países que en ella participaban: Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela. Y tampoco sobra decir que siempre recibí el más completo e irrestricto apoyo de parte del presidente Lleras Restrepo. Aun en aquellos momentos de crisis, que los hubo, naturalmente, jamás tuve dificultad alguna con él.
No obstante, su fama, que hasta hoy perdura, de tener un carácter enérgico y fuerte, él fue para mí casi como un padre benevolente y comprensivo. Y con alguna frecuencia, cómo no, hablábamos de literatura y de poesía, como una manera diferente de distendernos de las grandes presiones del momento. Él me hacía examen de autores griegos, latinos, italianos, franceses y españoles, especialmente. Y, obvio, me rajaba, por más que yo me esforzara. Ahora, ya viejo me gustaría que él volviera a estar en mi biblioteca para que se diera cuenta de que nunca olvidé su ejemplo: allí sigo leyendo y recordándolo.
Al suscribir el Acuerdo de Cartagena se nos tachó, al presidente Lleras Restrepo y a mí, por parte de muchos economistas y políticos de la época, como ilusos y utópicos. Se decía que cómo estaríamos de despistados que lo que íbamos a hacer era cambiar carne colombiana por vino chileno y que, como era obvio, a nadie en sus cabales se le podía ocurrir tamaño disparate.
Durante las negociaciones para crear el Grupo Andino, en muchas ocasiones discutíamos sobre lo extremadamente compleja que era la integración de países muy disímiles entre sí y dábamos por caso la de Colombia con México o Brasil. Ello sirve para preguntarme ahora cuál hubiera sido la posición del presidente Lleras Restrepo a propósito del TLC nuestro con los Estados Unidos. Me atrevería a decir, no sólo por aquellos años que trabajé con él sino por las innumerables veces que tuvimos oportunidad de volver sobre esos temas, que habría sido tan escéptico como lo soy yo en estos momentos.
A pesar de aquellos vaticinios, no nos desanimamos. Y, en todos los momentos, sin la menor vacilación, me dio su apoyo. También digna de recuerdo y agradecimiento -y quiero dejarlo aquí consignado- fue la actitud siempre positiva del presidente de Chile, Eduardo Frei Montalvo.
El hecho de que los dos países en medio de grandes dificultades nunca flaquearan, hizo posible que finalmente se suscribiera el Acuerdo de Cartagena en mayo de 1969.
Ese mismo día, tuve a bien enviar el siguiente mensaje al presidente Freid de Chile:
Hoy culminamos con la firma del acta de la integración del Grupo Andino un esfuerzo de casi tres años de duración. Este acuerdo transformará económica y socialmente a nuestros países y la historia registrará que usted fue uno de sus grandes gestores. Su clara visión, su fe y su constante apoyo me dieron la fuerza necesaria para que a pesar de inmensas dificultades nunca desmayara en esta empresa que en ocasiones llegó a parecer irrealizable. Pienso que ya en la paz sólo habrá frutos y progreso. Quisiera agregar que la marcha de la integración andina y latinoamericana ha tenido, a mi juicio, un desarrollo positivo, pero con muchos altibajos debidos básicamente a razones de carácter político. Venezuela, Ecuador y Perú son hoy día muy importantes mercados para los cuatro países y lo serían mucho más, si esas circunstancias políticas no incidieran con el peso que hoy inciden.
Tal vez la integración no se ha dado como la concibió Carlos Lleras Restrepo, pero su visión política, económica y cultural se mantiene incólume con el paso de los años. Y crece y crecerá para siempre en el horizonte de Colombia. Nunca estará en el olvido, nunca. Y en apoyo a lo que acabo de decir, referente a lo que es hoy el comercio andino, deseo recordar aquello que escribió en su mensaje al Congreso en 1969: “quizás el hecho de mayor importancia en el desarrollo de la política comercial de Colombia en este hemisferio ha sido la celebración del Acuerdo de Integración Subregional Andino”. Y a fe, que no estaba equivocado. En absoluto, como bien lo ha demostrado el paso de los años, hasta ese propio 2009, ya distante del día de su muerte, pero no de su gloria que permanecerá para siempre en la historia de nuestro país, su amada Colombia.
Carlos Lleras Restrepo fue y seguirá siendo uno de los colombianos más ilustres y sobresalientes de todos los tiempos. Un humanista verdaderamente integral, holístico, como dicen ahora. Alguien que luchó para abarcar todos los campos del conocimiento, en un esfuerzo ininterrumpido durante toda su vida.
Así lo conocí, así lo viví, así lo recuerdo. EC
1. Conferencia presentada en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia en octubre de 2008.
2. El autor fue Ministro de Desarrollo Económico, (1970-1972)- alcalde de Medellín (1978-1979) senador de la República de Colombia(1991-1994).